Si Leonardo da Vinci, Julio Verne y otros visionarios de antaño regresaran a nuestra época, se echarían las manos a la cabeza. Lo mismo que Marty McFly si aterrizara en España tal día como hoy; pensaría que el De Lorean se ha confundido de fecha.

¿Qué ha sido de ese futuro galáctico y próspero de ciudades tecnológicas, transacciones virtuales y vehículos voladores? Poco o nada. Todos esos proyectos están en el aire pero un siglo después seguimos inmersos en el atasco tecnológico.

Pero, ¿de quién o de qué es la culpa? Puestos a buscar culpables la respuesta podría ser que nuestra imaginación o la de los emprendedores futuristas vuela más rápido que los tiempos que corren, por lo que sus proyectos no encuentran una aplicación inmediata. Tal vez sea que otras mentes más conservadoras o retrógradas se resisten al cambio y etiquetan todos esos avances como productos de la locura o de la ciencia ficción.

No hay que irse muy lejos ni a teorías conspiranoicas para entender nuestra falta de adaptación. Por poner un ejemplo y, como el caso que nos ocupa es el de la web, analicemos qué pasa con internet, cómo lo usamos y qué rendimiento esperamos de él.

 

La culpa es de Internet

¿Qué fue de ese internet que nos prometían? Internet es el futuro, nos dijeron. En menos que canta un gallo cualquier tipo de transacción y gestión podrá hacerse online. Sí y no. Sólo hay que ver nuestra Administración y la cantidad de gestiones que no hay forma de realizar en la web, por lo que supone horas de desesperación para finalmente tener que pedir cita y esperar pacientemente el turno como en un centro de salud.

 

Las compras online igual. Nos costó introducir nuestra tarjeta de crédito o débito para comprar lo que fuera. No era seguro. EBay y Amazon (entre otros) nos empujaron a hacerlo con más frecuencia para conseguir buenas ofertas, aunque el gigante de los marketplace tardó en instalarse en nuestro país, precisamente por eso. Y otros grandes almacenes tuvieron que animarnos a comprar con ofertas exclusivas online. Ahora son muchos los que están en la cresta de la ola con su e-commerce, a base de mucho esfuerzo y una combinación de posicionamiento, promoción en redes sociales y marketing digital a saco. Pero nos resultó más convincente imitar a otros que presumían de haber adquirido un «chollazo por internet» y entrar a ver qué era eso.

 

Las web hoy como hace 10 años

Pasemos a otro nivel. ¿Qué es de las empresas españolas? Cualquier empresario o emprendedor que lea este post dirá «Yo tengo web, a mi no me mires». Pero no es exclusivamente tener una web y ya, como el que tiene una tía rica. Sí, la tienes, pero ya veremos la herencia que te deja. Es decir, que muchos tienen una web pero no saben si está adaptada a móviles (si es responsive), si está bien posicionada, ni siquiera han obtenido nunca datos de la navegación, de la experiencia de usuario, ni saben qué es eso del remarketing.

Aaaamigo/a si tu página hace más de 10 años que la diseñaron y está aún en Flash Player 8, cuyo manual sirve a los desarrolladores para alzar la pantalla del ordenador. Olvídate, no tienes web (ni posiblemente tía rica). Google anuncia para su navegador Chrome que cualquier elemento en Flash Player dejará de ser accesible para 2020 y Microsoft le dará responso a mediados de 2019. Te queda poco menos de un año para solucionarlo. Apple ya lo rechazó en 2007 para iPhone con lo que las páginas en este formato no se cargan. Algo más de 8% de las webs siguen en Flash, y todas deben estar en España. Pero no sólo eso, también estamos suspensos en seguridad y cerca del 70% de las webs siguen sin https.

Web Flash desaparecen

Nuestra campaña para rediseño de web flash

 

Vacío en la web y el anacronismo en las empresas

Cuántos clientes nos han pedido echarle un vistacillo a esa web y cuando les das el diagnóstico viene la sorpresa. Ni posicionada, ni nada. Un plugin SEO instalado y va que chuta. Y la siguiente pregunta es: ¿Cuánto me va a costar? No mucho, pero véalo como una inversión. Es decir la palabra inversión y empiezan a dar lentamente pasitos hacia atrás. «Más adelante quizás, ya me gasté en esto tanto…». Good bye my friend, Arrivederci, Our revoir.

Tu página web tiene que ser responsive o adaptada a todos los dispositivos móviles para que se navegue por ella correctamente, consulta nuestro post sobre diseño web responsive y entérate de todo lo necesario.

No es éste el peor de los casos. El peor de los casos es el de muchos profesionales y empresas que no tienen presencia en internet, ni una triste mención en San Google. ¿Cómo les encuentran sus clientes? Por arte de magia o porque sus clientes son los de hace décadas y siguen la misma pauta. Su argumento es el «para qué si a mi no me hace falta». Posiblemente hoy mismo no, dentro de un par de años la competencia, que sí ha visto las ventajas, se lo habrá comido literalmente a nivel local.

Y, aunque nos parezca extraño, hay empresas que aún se siguen manteniendo como hace 30 años a base de lapicero y con una impresora por donde se saca copia de todo para archivarlo en AZ, gastando papel a costa de la ecología, como para acabar con parte del Amazonas. Esa oficina podría ser el escenario perfecto para un episodio de los Alcántara de Cuéntame cuando vivían en plena Transición.

La e-resistencia, la obsolescencia web y la falta de inversión definen en gran parte nuestra relación con el mundo digital.

 

La culpa es del isomorfismo

¿A qué se debe parte de esa e-resistencia? Lo explica muy bien Enrique Dans, uno de los mejores expertos en internet y nuevas tecnologías.

Pues bien, Dans habla de cómo hoy en día Google, Amazon, Facebook e incluso aplicaciones como Tinder deciden por nosotros más de lo que pensamos. El cambio de tendencia y de comportamiento de hábitos de consumo es tan vertiginoso que quienes no se adaptan están a punto de perder el tren de la transformación digital y poner en juego la subsistencia de su organización. Y se hizo el isomorfismo…

 

Qué es el isomorfismo y cómo afecta a las empresas en España

El isomorfismo es la tendencia de la organizaciones a parecerse al entorno que las rodea. Todas las empresas de un mismo sector y actividad terminan pareciéndose. Cuando una de ellas avanza tecnológicamente, en procesos de eficiencia o innovación, las demás la siguen o eso se supone.

Esa empresa se arriesga y despunta. ¿Cuánto tarda la competencia en seguir su tendencia? En España pueden tardar décadas, especialmente en sectores o empresas muy tradicionales y de marcado carácter familiar. La capacidad de nuestras pequeñas y medianas empresas (teniendo en cuenta que las microempresas conforman la mayoría del entramado empresarial de nuestro país junto a profesionales autónomos) para cambiar y adaptarse al avance de su entorno es muy lenta y suelen quedarse paradas esperando otro momento, que por lo general no llega.

Es decir, que la tendencia es contraria y las empresas suelen parecerse más a las que no avanzan que a la que toma la iniciativa en cuanto a transformación digital.

Entonces tendemos a pensar que sólo con un cambio generacional en esa empresa o la incorporación de un trabajador con determinada formación se conseguirá esa transformación. No siempre el cuento tiene final feliz. Posiblemente la nueva generación siga la misma tendencia o el trabajador cualificado no supere la resistencia digital y por falta de apoyo busque suerte en otra empresa.

El problema real no es únicamente que seamos lentos en la adaptación o imitación del entorno y la competencia, es que no tenemos una cultura del emprendimiento ni de la inversión en tecnologías. Y son muchas las empresas o empresarios que hoy en día siguen haciendo las cosas como entonces, sin procesos, sin organización, sin recursos materiales o humanos y casi artesanalmente.

Existen empresarios (y profesionales) que no ven la utilidad de tener una web, ni de actualizarla. Y sin embargo, sus directivos (hasta sus hijos, nietos y ellos mismos) cuentan con el último modelo de iPhone o cambian de vehículo de alta gama cada 5 años, porque es moderno y transmite una buena imagen de poder y ostentación. De igual modo, sus empresas disponen de ordenadores que se quedaron con Windows XP, pero sus empleados tienen en sus casas tablets, macbook y televisión por cable, porque es lo último.

 

La culpa es de los milenial

La popularización de los móviles y de la conexión a internet trajo nuevos horizontes de conocimiento. Las primeras líneas RTB y ADSL tan limitadas nos permitía desde casa o desde un ciber conectarnos a un mundo de documentos para aprender, para investigar, acceder a fuentes más allá de una biblioteca. Google estaba en pañales.

Unas generaciones más tarde, pensábamos que esto sería una especie de Matrix donde cualquiera con un poco de curiosidad o inquietud podría tener acceso en un clic a cualquier información, al mismo nivel que un universitario en Oxford, Harvard o el MIT de Massachusetts.

Pero resulta que no es así. Los smartphones han convertido el ordenador de bolsillo en un medio para el narcisismo a base de selfies y postureo en redes sociales. Han invadido la cultura con youtubers e influencers que son gurus o pseudoexpertos en nada. Pero no ha promovido un uso productivo o positivo de la búsqueda de información y el aprendizaje. Nuestro mundo virtual de la red está lleno de ruido y de información de poca utilidad. La nueva generación no sabe navegar más que por Instagram, Twitter, Youtube, Snapchat o la red de moda y no busca contenido de calidad.

milenials smartphones

Esto supone en un futuro un auténtico analfabetismo digital en el que todo se hace a base de clic en una app o porque no sepamos discriminar la información veraz de simples bulos, dejándonos guiar como único criterio por los likes de una publicación. Por suerte, tanto los grandes buscadores como otras organizaciones están en el camino de ponerle remedio y promover el conocimiento auténtico en la red.

El mayor handicap es saber cómo las empresas podrán superar eso en unos años sin contar con página web. Desde luego que no será suficiente con una simple web como si fuera un flyer, vacía de contenido y con unas imágenes bonitas. El esfuerzo está en complementarlo con otras herramientas y recursos, especialmente con redes sociales, contenidos de calidad e interconectar todo para llegar a ese público objetivo.

 

La solución no es una web low cost

Y a estas alturas, ¿qué podemos hacer? Adaptarse lo mejor posible y con una buena inversión en marketing digital.

Tanto ha evolucionado la web como los desarrolladores y actualmente los hay de todo tipo. Especialmente, los dedicados a low cost. Tal vez la crisis o la falta de una buena política de inversión digital en las empresas haya permitido que proliferen este tipo de servicios.

Diseño web con un sinfín de extras añadidos a un precio ridículo con el fin de que tengas una web de una vez por todas. Pero según la experiencia de muchos de nuestros clientes lo barato sale caro y, la mayoría se encuentran con una web vacía que no sirve para nada.

El low cost no siempre es la solución. Hay profesionales de ciertos sectores como los dedicados a servicios generales del hogar (albañilería, fontanería y electricidad, por ejemplo) que por su actividad suelen seguir funcionando por recomendaciones o por publicidad tradicional. Posiblemente los más emprendedores vean un filón en una web sencilla, económica y adaptada a sus necesidades sin más florituras.

No es lo mismo para pymes y otros profesionales que se mueven en el B2B (BusinessToBusiness) o B2C (BusinessToClient) y los dedicados al e-commerce o a la captación de clientes online, para los que la imagen y atención al cliente son imprescindibles. Todos ellos requieren una web bien planteada, con una estructura y funcionalidades, así como una serie de servicios directos que pueden suponer un nuevo contrato o pedido directo, por lo que la web además de su escaparate virtual, formará parte de su departamento comercial.

¿Sirve en este caso una web low cost? Directamente no, pero hay muchas formas de facilitar la decisión del cliente, como es el caso de tarifas planas y otros servicios adicionales por períodos trimestrales o semestrales, tiempo mínimo para obtener pequeños resultados y demostrar al cliente que la inversión ha merecido la pena. Esa es nuestra clave y en ese sentido planteamos las nuevas tarifas y packs de tarifa plana en décimoarte enfocados a diversificar y ofrecer a los clientes otras soluciones adicionales a la web y económicas para superar la resistencia tecnológica, sin llegar al low cost, ofreciendo un precio económico, pero donde predomine la calidad.

Para los rezagados con la adaptación, al igual que el resto de nuestros clientes, ponerse al día y conseguir visibilidad, requiere de un buen posicionamiento en buscadores con estrategias SEO y SEM, es decir que hay que trabajar bien contenidos, redes sociales y también pagar publicidad en Google. Todo combinado consigue que el conjunto funcione y que las web comiencen poco a poco a dar sus resultados en forma de ventas, contactos, más clientes… Las estadísticas y los informes de resultados no engañan. Más de uno de nuestros clientes que ha tardado en acogerse a esta fórmula, ahora no quiere dejar de aplicarla. Y ante todo agradecen la tranquilidad de poder dedicarse a su negocio plenamente, teniendo los deberes en marketing digital bien hechos y con buena nota.

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